EDITORIAL

Urge un rearme ideológico en la UE contra el avance populista

EL MUNDO

Se empezó a hablar de populismo a finales del siglo XIX, expresión que quedó identificada en las siguientes décadas con algunos regímenes sobre todo de Latinoamérica, como el peronista. Más recientemente, movimientos que bebían de las mismas fuentes llegaron al poder en Perú, Bolivia o Venezuela, imponiendo modos de gobernar sin ideología real y que, parafraseando el eslogan del despotismo ilustrado, prometían falsamente que todo sería para el pueblo, aunque sin contar con él. Ahí está la deriva autoritaria del chavismo.

Con todo, era el populismo una anomalía política, casi exótica, contra la que las grandes potencias democráticas del globo parecían estar vacunadas. Pues bien, asistimos hoy a un escenario muy preocupante en el que formaciones populistas de toda tendencia -en este caso la etiqueta izquierda o derecha no sirve- compiten en todo Occidente de tú a tú con los partidos tradicionales, en claro declive. La victoria de Trump en EEUU, icono de la antipolítica, ha hecho saltar las alarmas de hasta qué punto ha calado el descontento en la ciudadanía, dispuesta a abrazarse a la demagogia populista con tal de abofetear al sistema.

Pero, no nos engañemos, ha habido antes muchas señales de alerta, sin que los timoneles de la gobernanza mundial hayan sido capaces de variar lo más mínimo el rumbo. El auge de partidos de corte populista en toda Europa ha sido imparable desde el estallido de la crisis económica, hace casi una década. Ofrecen recetas simplonas a problemas de extraordinaria complejidad. Y comparten en la mayoría de los casos su antieuropeísmo, el ultranacionalismo, la utilización de los inmigrantes como chivo expiatorio de todos los males, la defensa del proteccionismo o la anatematización de la moneda única. No han surgido de pronto. Los partidos xenófobos, eurófobos o antiglobalización se han hecho fuertes poco a poco. Y aunque ya representan a uno de cada cuatro europarlamentarios y no han dejado de avanzar en las elecciones de los distintos países, los Veintiocho se han limitado a ver engordar al monstruo.

Éste es un gravísimo desafío que amenaza con dinamitar los cimientos de la UE, con sus principios y valores. Y no cabría mayor irresponsabilidad política que nuestros dirigentes sigan cruzados de brazos. El triunfo del Brexit o la bochornosa gestión de los Veintiocho de crisis como la de los refugiados demuestran la necesidad de repensar Europa. Hay que combatir el desencanto de las masas de ciudadanos que se sienten excluidas del sistema y víctimas de un momento de tanta volatilidad con planes de estímulo económico que alivien el sufrimiento ante los duros ajustes. Pero también con una nueva narrativa ilusionante que ponga en valor el acervo comunitario del que cabe sentirse orgulloso. Y, desde luego, con un verdadero avance en la integración política que mejore de una vez la eficacia de la UE. Para todo ello es imprescindible voluntad política y liderazgo.

Los próximos meses son decisivos para Europa. A la inminente negociación que habrá que emprender con Londres sobre el Brexit, se une toda una sucesión de citas electorales en un clima de gran incertidumbre. En Italia, el primer ministro Renzi se lo juega casi todo en diciembre en el referéndum sobre la reforma constitucional. Los populistas del Movimiento 5 estrellas de Beppe Grillo y la xenófoba Liga Norte, contrarios a la reforma, pretenden sumar a todos los indignados con el sistema en una gran demostración de fuerza. El mismo día, el líder del mayor partido ultraderechista austriaco podría convertirse en presidente de la República. Poco después, en Holanda todo apunta a que la formación xenófoba de Wilders se consolidará como primera fuerza. En Francia, Marine Le Pen disputará seguro la segunda ronda presidencial. Y en Alemania los partidos de inspiración neonazi avanzarán aún más en las legislativas.

El triunfo de Trump tendrá un efecto rebote en Europa para estos partidos. No extraña que el primer líder europeo que haya acudido a verse con el presidente electo de EEUU haya sido el dirigente del eurófobo Ukip, el británico Farage. Les unen la demagogia y peligrosas ideas, como la que Trump tiene sobre el cambio climático: "Un cuento chino". Ya ha pedido a su equipo que busque el modo de desligarse del Acuerdo de París para combatirlo. Una declaración de intenciones inquietante.

Sufrimos un momento de desasosiego generalizado en el que los ciudadanos se agarran a la discontinuidad política como fórmula mágica y a la esperanza de seguridad que inspira el conservadurismo, frente a los cambios de la globalización y el multiculturalismo. El reto de Bruselas es convencer y demostrar que echarse en brazos del populismo en realidad supone caer al precipicio.

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El simplismo no puede ser respuesta al simplismo. Black Mirror, Trump e Iglesias y el candidato Kodos Mi artículo https://parrafadas.wordpress.com​/2016​/11​/11​/hoy-en-black-mirror-trump-iglesias-y-el-candidato-kodos