EDITORIAL

Fillon emerge como el dique principal para frenar a Le Pen

FRED TANNEAU / AFP

La elección de François Fillon como candidato de la derecha francesa a las elecciones presidenciales de 2017 supone la certificación de que nos encontramos en una era política en la que lo habitual es que no se cumplan las previsiones. El propio ganador admitió que su victoria "ha roto con todos los escenarios previstos". Ciertamente, Fillon no era el favorito en esta carrera. Pero ello no le impidió hace una semana humillar a Nicolás Sarkozy -de quien fue primer ministro entre 2007 y 2012- y arrollar a Alain Juppé en la segunda vuelta de las primarias del bloque de centroderecha, en las que participaron 4,5 millones de ciudadanos, el 10% del censo electoral francés.

Porque, a diferencia del bonapartismo de Sarkozy y la moderación de Juppé, Fillon emerge como un candidato de corte netamente conservador. Católico practicante, defiende una visión tradicional de la familia y es firme partidario de ensalzar los valores nacionales, restituir la autoridad, endurecer la política migratoria y liberalizar la economía. Que un político de su perfil sea finalmente el cartel de Los Republicanos al Elíseo supone una mala noticia para Marine Le Pen, en la medida que puede encarar sin complejos aquellos asuntos de los que la líder del Frente Nacional ha hecho bandera, como la seguridad nacional o la inmigración. Fillon, que abomina del multiculturalismo y propone un referéndum sobre el reparto de cuotas de refugiados, no ha dudado en adoptar una línea dura con el terrorismo yihadista y el islam, lo que ha sido clave para seducir a los militantes y simpatizantes de la derecha en un país golpeado por los atentados del último año y medio. En este sentido, la vinculación que traza entre seguridad y migración en su discurso hace que éste difiera poco del que pregona Le Pen. Y ello puede tener dos efectos antagónicos. O bien logra neutralizar a la candidata del Frente Nacional jugando en su terreno ideológico o bien puede acabar sucumbiendo ante una formación que lleva mucho tiempo explotando la contestación social por la crisis, además de la desconfianza y el miedo provocados por la amenaza yihadista.

Precisamente, tal vez por esta simetría programática, la líder ultraderechista no ha dudado en centrar sus dardos contra Fillon en asuntos económicos, justo el capítulo que más les separa. "Nunca un candidato había ido tan lejos en la sumisión a las exigencias ultraliberales de la UE", declaró Le Pen la misma noche del domingo. Declarado admirador de Thatcher, Fillon no ha dudado en hacer bandera del liberalismo frente al alza fiscal ejecutada por Hollande y el proteccionismo que preconiza el Frente Nacional.

Así, ha prometido la supresión de 500.000 empleos en la Administración, el recorte de 100.000 millones de gasto público, la eliminación del impuesto a las grandes fortunas, el fin de la jornada de 35 horas semanales y el incremento en la edad de jubilación. Desde el Partido Socialista (PS) ya han tachado de "arcaico y peligroso" el programa del nuevo candidato de la derecha gala. La realidad es que la economía de este país se ha visto en los últimos años lastrada por la pérdida de competitividad, el aumento del desempleo y la voracidad fiscal, lo que ha llevado al Ejecutivo de Hollande a incumplir los objetivos de déficit público. Pero lo que plantea Fillon no sólo es un ajuste para devolver a Francia la condición de motor de la UE, sino una revisión a fondo del modelo del Estado de Bienestar en Francia.

En todo caso, Fillon y Le Pen son ahora mismo los favoritos para disputarse la Presidencia gala en los comicios de la primavera del próximo año. Y no sólo por el desgaste de Hollande, sino por la profunda división de un desdibujado Partido Socialista. A día de hoy, no parece que Emmanuel Macron -un liberal alejado del PS-, ni el primer ministro Manuel Valls -si finalmente se presenta a las primarias de su partido-, ni mucho menos Hollande estén en condiciones de garantizar unos resultados óptimos para la gauche.

Es verdad que el sistema electoral del país vecino, gracias a la doble vuelta, dificulta notablemente las opciones de Le Pen si, tal como ocurrió en 2002, se repite un reagrupamiento del voto conservador y socialista. Pero, tras los aldabonazos del Brexit y de Trump, son muy pocos los analistas que se atreven a fijar un pronóstico en Francia. De lo que no cabe duda a estas alturas es que la candidata de la ultraderecha, además de imponer parcialmente su agenda en la política francesa, tiene opciones reales de llegar al Elíseo. Algo que sería absolutamente letal para el proyecto de cohesión europea.

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