La cruzada europea de Steve Bannon

Muchos millones de ciudadanos europeos se están dejando seducir por los cantos de sirena que emiten los partidos euroescépticos, nacionalistas y xenófobos. Es la consecuencia de la falta de una auténtica unión económica y monetaria europea, de la inexistencia de una política común para abordar el problema migratorio y de las discrepancias en políticas de seguridad.

El resultado de esa desafección europeísta de muchos ciudadanos parece que a partir de ahora podría tener nombre propio y un abanderado destacado. El nombre es El Movimiento y su inspirador y cabeza visible curiosamente no es un político europeo sino un viejo conocido de la reciente política estadounidense: Steve Bannon. Este exconsejero del presidente Trump –y estratega detrás del “América primero”– pretende unir a todas las fuerzas populistas y de derecha radical europeas para que den la batalla en las próximas elecciones al Parlamento Europeo, en mayo del próximo año.

Bannon, un profesional de la desinformación y de la estrategia política, llenó la agenda electoral de Trump en el 2016 de un marcado acento nacionalista y antiinmigratorio. Considera que los enemigos de Occidente son el islam y China y que hay que aliarse con Rusia. Su paso por la Casa Blanca fue breve, y su salida, traumática. Ahora va a poner en marcha en Bruselas una fundación populista –El Movimiento– para usar su experiencia política en ayudar a las formaciones de ultraderecha europeas a formar un grupo potente en la Eurocámara.

Reagrupamiento Nacional –el nuevo nombre del Frente Nacional de Le Pen– se ha apuntado rápidamente, y el UKIP británico también está por la labor. A Bannon le han abierto las puertas estos meses desde la Liga y el M5E italianos hasta Fidesz, el partido del primer ministro húngaro Viktor Orbán. De momento Alternativa para Alemania guarda las distancias.

La intención de Bannon es unir a todos los euroescépticos europeos, pero no está claro que pueda o vaya a conseguirlo. Estos partidos constituyen un grupo muy heterogéneo y no todos ellos piensan igual ni tienen los mismos programas políticos sobre el futuro de Europa, puesto que unos defienden salir de la UE y otros no se plantean abandonarla. Curiosamente algunos son claramente antiamericanos. Su división se ha evidenciado esta legislatura en el Europarlamento, donde no lograron formar un único grupo parlamentario y, además, en la próxima ya no estará el UKIP debido al Brexit. En la actualidad, de los 751 diputados de la Eurocámara, los partidos radicales antieuropeos tienen aproximadamente un centenar de escaños.

Fructifiquen o no la iniciativa de Bannon y el desembarco europeo de su alt-right (derecha alternativa), todo ello es una muestra del momento de debilidad que vive Europa, sin líderes fuertes ni objetivos claros. Históricamente la participación en las elecciones europeas es siempre muy baja, pero también tradicionalmente es donde se plasma el voto de castigo de la ciudadanía con los partidos tradicionales. A nadie se le escapa que uno de los temas principales que Bannon va a utilizar es el de la inmigración. Agitar el fantasma de los refugiados y migrantes ilegales ha dado muy buenos réditos a estos partidos, así como la apelación a combatir el establishment de Bruselas.

Bannon se ha reinventado como profeta de la alt-right en versión europea y su sueño es lograr un grupo lo su­ficientemente grande de eurodiputados que pueda pa­ralizar o incluso desactivar la Eurocámara e incluso la ­Comisión Europea.

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