La crisis se enquista en Venezuela

VENEZUELA ha vivido un fin de semana de máxima tensión. El viernes, guerra de conciertos musicales como manera de mostrar músculo de los seguidores del presidente Nicolás Maduro por un lado, y de los del presidente “encargado” Juan Guaidó por el otro. La música como instrumento para un pulso político de alto voltaje que se plasmó el sábado en el frustrado intento de hacer llegar al país desde Colombia y Brasil la ayuda humanitaria enviada por diversos países, especialmente EE.UU., y que fue duramente reprimido por las fuerzas de seguridad venezolanas. Hubo graves enfrentamientos, varias víctimas mortales y cientos de heridos, pero el ejército impidió el acceso a los camiones.

Al cierre de fronteras, Maduro añadió la ruptura de relaciones diplomáticas con Colombia, país que respalda a Guaidó, para quien la entrada de los convoyes con ayuda humanitaria respondía a las acuciantes necesidades de millones de venezolanos. Para Maduro, en cambio, se trataba de un show de la oposición y de una estrategia para derrocarlo diseñada por EE.UU. Resulta pertinente preguntarse si aliviar el sufrimiento de los venezolanos era el único objetivo de la “avalancha humanitaria” o si, junto a este noble fin, se esconde un trasfondo político. Si Maduro hubiera dejado pasar la ayuda, habría sido visto como una claudicación, e impedir su entrada, como un acto de soberanía ante la injerencia extranjera, según qué ojos lo miren.

La ayuda humanitaria es también una manera de forzar a los militares a tomar partido, porque pese a la creciente presión internacional –aumentada estas últimas horas tras la represión en las fronteras– y a la movilización de la oposición, el factor decisivo que haría caer a Maduro son las fuerzas armadas, y de momento, salvo un centenar de uniformados que desertaron el sábado y pidieron protección a Colombia, no parece que un estamento fuertemente ideologizado y permeado por la corrupción como el militar vaya a cambiar de postura.

¿Hasta cuándo podrá Venezuela tener dos presidentes? Maduro mantendrá el poder mientras, como decimos, tenga la lealtad de los uniformados y conserve los resortes del poder, y Guaidó tiene el reconocimiento de gran parte de la comunidad internacional, pero no controla el aparato del Estado y debe intentar hacerse con él lo antes posible para evitar un progresivo desánimo de la oposición. Si la ayuda no logra entrar y no hay deserciones castrenses masivas, el intento de cambiar el régimen podría encontrarse en un callejón sin salida. Por eso Guaidó acudirá hoy en Bogotá a la reunión del Grupo de Lima para pedir más apoyo a los 14 países americanos que lo forman y para aclarar la insinuación lanzada de una posible intervención militar extranjera contra Maduro –“plantearé tener abiertas todas las opciones”– aunque la mera hipótesis de un conflicto armado le haría perder la batalla de la opinión pública, especialmente en la Unión Europea, y fortalecería internamente a Nicolás Maduro.

La situación de dos presidentes de facto enquista la crisis. Maduro y Guaidó juegan al desgaste de quién puede más. La polarización aumenta. La dictadura chavista no caerá sólo por la presión internacional, por muy fuerte que sea, y Guaidó no logrará el poder únicamente por el apoyo internacional. Habrá que ver qué nuevos pasos da la oposición tras fracasar el intento de entrar la ayuda humanitaria porque el chavismo ya ha demostrado que está dispuesto a pagar el precio del uso de la represión. En esta crisis hay actores internos y externos, pero su desenlace dependerá de por quién se decante el ejército venezolano a la vista de los hechos acaecidos y de los que puedan venir.

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